Los metroprivilegiados
El diccionario define “privilegio” como la gracia o prerrogativa concedida a una persona o colectividad, libertándole de una carga o gravamen, concediéndole una exención”.
Las principales rebeliones y revoluciones que conocieron las sociedades modernas, tuvieron como origen la lucha contra los privilegios. La Declaración de Independencia de Estados Unidos de América y la Declaración de los Derechos del Hombre de Francia, son claros ejemplos, al igual que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de los ideales que deben inspirar a las sociedades y sus relaciones entre gobernantes y gobernados.
Los panameños estamos ante a un Estado, con una Constitución, cuyos privilegios colocan a los rectores de sus principales Organos -los metroprivilegiados- en una situación que es la antípoda del propósito y las bases sobre la cual debe radicar una democracia moderna y que deja mucho que desear, frente a la pobreza imperante en más de la mitad de la población
En Panamá, privilegios y privilegiados alcanzaron, durante las dos décadas de dictadura, manifestaciones de grado escandaloso que colmaron y rebasaron la copa de la tolerancia ciudadana. Las cosas lejos de mejorar han empeorado. De acuerdo a la información oficial, los emolumentos (mínimos) mensuales que reciben los diputados ascienden a ONCE MIL BALBOAS, desglosados así: Salario: B/ 1,800.00; Gastos de Representación: B/ 3,200.00; Gasolina: B/ 1,000.00; Sobresueldo y dieta hasta un máximo de B/ 1,000.00; Nombramiento de personal de apoyo: B/ 4,000.00.
Los problemas más urgentes del país continúan sin ser solucionados y la nación es llevada hacia el desastre, en gran medida por los metroprivilegiados, quienes están mucho más interesados en llenarse de privilegios que en contribuir a producir los cambios que la sociedad requiere. Aumenta entonces la responsabilidad los ciudadanos de ejercer nuestros derechos y exijamos una utilización y manejo claro de la cosa pública. Después de todo, partimos de la base que los servidores públicos deben servir a la nación y no servirse de ella.
Recordemos la última carta pública de Thomas Jefferson, escrita en 1826, con motivo del cincuenta aniversario de la Declaración de Independencia, que él mismo había redactado, en la que expresaba el siguiente deseo:
“Ojalá le pase al mundo lo que yo creo que le pasará... la señal de hombres que se levantan para destruir las cadenas a las que la ignorancia suma y la superstición les habían inducido a atarse, y que asumen las bendiciones y la seguridad del autogobierno... Todos los ojos están abiertos o abriéndose a los derechos del hombre. La difusión general de la ciencia ha dejado ya sólidamente establecida para todos, la verdad palpable: que la masa de la humanidad no ha nacido con sillas de montar a sus espaldas y con unos cuantos privilegiados con botas y espuelas preparados para montarse encima de ella por la gracia de Dios”.
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Las principales rebeliones y revoluciones que conocieron las sociedades modernas, tuvieron como origen la lucha contra los privilegios. La Declaración de Independencia de Estados Unidos de América y la Declaración de los Derechos del Hombre de Francia, son claros ejemplos, al igual que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, de los ideales que deben inspirar a las sociedades y sus relaciones entre gobernantes y gobernados.
Los panameños estamos ante a un Estado, con una Constitución, cuyos privilegios colocan a los rectores de sus principales Organos -los metroprivilegiados- en una situación que es la antípoda del propósito y las bases sobre la cual debe radicar una democracia moderna y que deja mucho que desear, frente a la pobreza imperante en más de la mitad de la población
En Panamá, privilegios y privilegiados alcanzaron, durante las dos décadas de dictadura, manifestaciones de grado escandaloso que colmaron y rebasaron la copa de la tolerancia ciudadana. Las cosas lejos de mejorar han empeorado. De acuerdo a la información oficial, los emolumentos (mínimos) mensuales que reciben los diputados ascienden a ONCE MIL BALBOAS, desglosados así: Salario: B/ 1,800.00; Gastos de Representación: B/ 3,200.00; Gasolina: B/ 1,000.00; Sobresueldo y dieta hasta un máximo de B/ 1,000.00; Nombramiento de personal de apoyo: B/ 4,000.00.
Los problemas más urgentes del país continúan sin ser solucionados y la nación es llevada hacia el desastre, en gran medida por los metroprivilegiados, quienes están mucho más interesados en llenarse de privilegios que en contribuir a producir los cambios que la sociedad requiere. Aumenta entonces la responsabilidad los ciudadanos de ejercer nuestros derechos y exijamos una utilización y manejo claro de la cosa pública. Después de todo, partimos de la base que los servidores públicos deben servir a la nación y no servirse de ella.
Recordemos la última carta pública de Thomas Jefferson, escrita en 1826, con motivo del cincuenta aniversario de la Declaración de Independencia, que él mismo había redactado, en la que expresaba el siguiente deseo:
“Ojalá le pase al mundo lo que yo creo que le pasará... la señal de hombres que se levantan para destruir las cadenas a las que la ignorancia suma y la superstición les habían inducido a atarse, y que asumen las bendiciones y la seguridad del autogobierno... Todos los ojos están abiertos o abriéndose a los derechos del hombre. La difusión general de la ciencia ha dejado ya sólidamente establecida para todos, la verdad palpable: que la masa de la humanidad no ha nacido con sillas de montar a sus espaldas y con unos cuantos privilegiados con botas y espuelas preparados para montarse encima de ella por la gracia de Dios”.
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