El título de esta entrada es el mismo título del escrito publicado por el señor Manuel Castro Rodríguez y el cual me llegó via correo electrónico. Por considerarlo de interés me permito reproducirlo aquí. El mismo se reproduce con la autorización de su autor.
Memoria histórica
Si alguien nos dice que no somos libres, nos revelamos; pero si nos aseguran en una Constitución que tenemos libertad, nos sentiremos tranquilos aunque nos la limiten, dado que existe el convencimiento que sólo un Estado de Derecho permite trabajar por lograr una justicia social, ya que se sustenta en dos principios fundamentales: las leyes deben sustituir el uso arbitrario del poder, y todas las personas son iguales ante la ley y están sujetas a la misma.
Atónito me quedé la noche del 19 de julio, cuando la televisión mostró a los integrantes del Servicio de Protección Institucional (SIP) golpeando salvajemente a un grupo de los afectados por el envenenamiento con dietilenglicol y a familiares de los fallecidos. Los que vimos el vídeo sin editar pudimos percatarnos de cómo algunos de estos guardias disfrutaban de tan repudiable proceder. Cuando en la mañana del 23 de julio sintonicé la televisión, me indignó ver cómo había sido editado este vídeo: ¡ahora eran los pacientes y los familiares los que atacaban a los ‘indefensos’ militares!
No ha sido la única distorsión de los hechos, que están haciendo algunos estrechos colaboradores de la narcodictadura. Por ejemplo, Benjamín Colamarco no se arrepiente de haber sido ‘batallonero’; tergiversa la historia cuando declara: “Recuerdo a hermanos caídos en defensa de la integridad territorial del Estado, que creían por encima de los personalismos, los individualismos y los secretismos, en sublimes ideales de independencia y dignidad. Estoy orgulloso de haber formado parte de un grupo de panameños que defendió las cosas en las que creemos”. Al respecto, el catedrático Carlos Guevara Mann señala: “El cinismo de un ex jefe batallonero, quien no muestra arrepentimiento alguno después de dirigir campañas de maltrato y persecución contra mujeres, hombres y niños panameños y llevar a la muerte a muchos ciudadanos engañados por una campaña de falso nacionalismo (La Prensa, 5 de agosto), es el más reciente ejemplo de esa barbarie que predomina en el país, a ciencia y paciencia de las autoridades judiciales”.
El cinismo de Colamarco llega a su clímax cuando declara que cree en héroes como José Martí y Victoriano Lorenzo. No, señor Colamarco, ¡la vida de Martí es la antítesis de lo que usted ha hecho! Martí, a quien la poetisa chilena Gabriela Mistral calificara como “el hombre más puro de la raza”, nunca fue un guerrero; pero ello no fue óbice para que cuando adquirió conciencia de que la guerra constituía una condición necesaria para poder lograr la independencia de Cuba, dedicara todos sus esfuerzos a convocarla y organizarla, y a participar como un soldado más, ya que Martí predicaba con el ejemplo. La caída en combate de Martí en Dos Ríos demostró que en una revolución se triunfa o se muere. ¿Qué hizo Colamarco cuando se produjo la invasión norteamericana?
Luis Gordón, comisionado jubilado de la Policía Nacional, fue designado nuevo director del Sistema Penitenciario Nacional en sustitución de Carlos Landero. En un periódico local pudimos leer que “la trayectoria de Gordón en las cárceles comienza en 1990, cuando con el rango de teniente fue designado director de la cárcel Modelo. Siete años más tarde -con el rango de mayor y encargado de la seguridad de La Joya- fue acusado de sofocar a ‘patadas y golpes’ una huelga de hambre de internos extranjeros. Ese mismo año, empero, fue ascendido a subcomisionado. En diciembre de 1998, como director de la Policía Metropolitana, comandó las fuerzas que allanaron por primera vez en la historia las instalaciones de la Universidad de Panamá, acto que fue considerado como una violación a la autonomía de esa casa de estudios”. He oído voces que alegan que Luis Gordón cumplió órdenes. ¿Quiénes le dieron las órdenes? ¿Quiénes ocupaban los cargos de ministro y viceministro de Gobierno y Justicia en ese momento? En definitiva, vayámonos preparándonos para lo peor.
Varias personas se han preguntado cómo es posible que el SIP fuese dirigido por un militar de carrera, otras se cuestionan que un ciudadano norteamericano sea ministro de la Presidencia. Todo esto se suma a que los ministros de Salud, Gobierno y Justicia, y Educación, han permitido graves violaciones a la ley, incumpliendo con los artículos 17 y 18 de la Constitución de Panamá, donde se expresa que los servidores públicos son responsables por infracción de la Constitución o de la Ley, y por extralimitación de funciones o por omisión en el ejercicio de éstas.
Cuando se empezó a conocer sobre las muertes producidas por el envenenamiento con dietilenglicol, el ministro de Salud ocultó y distorsionó la información. En varios artículos expliqué cómo se podrían haber evitado estas defunciones, si las autoridades sanitarias hubiesen aplicado el control y aseguramiento de la calidad de los fármacos, antes y después de haber sido producidos. En innumerables oportunidades he denunciado la crisis en que se encuentra la educación y cómo la Universidad del Istmo y la Universidad Interamericana violan las leyes, gracias al silencio cómplice del ministro de Educación.
¿Serán destituidos y sometidos a un proceso penal los ministros de Salud, Educación, Gobierno y Justicia, y de la Presidencia? Es necesario que el Ministerio Público inicie una investigación de oficio, ya que como nos dice Francisco de Quevedo (1580-1645): “Donde no hay justicia, es un peligro tener razón”.
Algunas personas me han dicho que no estoy utilizando la inteligencia emocional y me han preguntado medio en broma, si no temo que me decapiten, desaparezcan o deporten; les he respondido que la libertad conlleva pensar y tomar decisiones, dado que como señala George Orwell: “Si la libertad significa algo, será sobre todo el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír”. Es por ello que aunque no tengo alma de mártir, no puedo dejar de condenar estas infamias: la golpiza, la manipulación de la información y las declaraciones de Colamarco, ya que como nos dice José Martí: “Ver en calma un crimen, es cometerlo”.
Manuel Castro Rodríguez.