viernes, 20 de noviembre de 2009

CIERRE DE LA UNIVERSAD NACIONAL DE PANAMA

Transcribbo opinión del Dr. Miguel Antonio Bernal, catedrático de la Universidad de Panamá, Facultad de Derecho, el cual me llegó vía correo electrónico y del cual me hago eco.




Estimados:
Sin dejar de expresar mi rechazo a la violencia utilizada por algunos que se hacen llamar “estudiantes”, permitanme, en los párrafos que les pergeño, reiterar una vez más,mi invariable posición y oposición, ante el nuevo cierre indefinido de la Universidad.Los invito a reflexionar y opinar al respecto y a circular, entre sus amistades y conocidos, dentro y fuera del país, el contenido.
Ver en calma o en silencio un crimen, es cometerlo”, aprendí hace ya muchas décadas de Don José Martí.
Invitándolos a reaccionar frente a este academicidio y a exigir la reapertura inmediata de la Universidad
Reciban mis atentos saludos

Dr. Miguel Antonio Bernal


En medio de una inquietante indiferencia ciudadana, la Universidad de Panamá ha sido cerrada “indefinidamente”. Los autores y responsables de tamaña decisión lo son el rector de la misma, los cinco vicerrectores, el secretario general y los decanos y demás miembros del Consejo Académico de la Universidad de Panamá.
La desafortunada y antiacadémica decisión no debe tomar por sorpresa a quienes desde, dentro o fuera de la Universidad, seguimos la evolución de los acontecimientos nacionales y externamos por una u otra vía, nuestros análisis, comentarios u opiniones. Los cierres de la Universidad se han convertido en el plato favorito del menú de los que se valen de todos los mecanismos a su alcance para impedir que la educación se oriente hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, así como a fortalecer en nuestro país el respeto de los Derechos Humanos, las libertades fundamentales y la paz.
Es preciso reiterar e insistir ante quienes gobiernan y ante quienes han secuestrado a la Universidad, que “Todo Estado debe garantizar el derecho a la educación sin discriminación de ningún tipo en cuanto a raza, sexo, idioma, religión, opinión política o de otra índole, orígen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condiciòn…’ Al recurrir sistemáticamente al cierre de la Universidad para no asumir la grave responsabilidad que les cabe, la rectoría de la Universidad y el Consejo Académico continuán perpetrando un daño irreparable a la educación de nuestro país y también a la sociedad panameña.
El cierre es la salida demagógica del oportunismo, es una demostración de su incapacidad para comprender y contribuir al logro de los objetivos principales que deben guiar a un centro de enseñanza superior, como está llamada a ser la Universidad de Panamá.
Además, ¿cómo pueden explicar los patrocinadores y apadrinadores del cierre los perjuicios que ocasiona a la gran masa estudiantil, a la economía del país, a la tranquilidad de la sociedad, el abrir y cerrar la Universidad cual cantina de pueblo?
La Universidad de Panamá, cuya existencia ha costado tantos esfuerzos y sacrificios durante años y la cual debe jugar un papel cada vez más importante en la vida de nuestra sociedad, es decapitada en su esencia misma.
Hasta la fecha, nuestra Universidad se ha visto obligada a soportar el trote inmisericorde de quienes, desde dentro o fuera de ella, no han escatimado esfuerzos para lograr la desaparición de toda misión inherente a la Universidad. Las actuaciones del rector y de sus principales colaboradores, así como los constantes cierres, corroboran ampliamente lo anterior.

Hoy día, hemos llegado a un punto en que, todos los que aúpan, apadrinan o aplauden el cierre o bien guardan silencio se convierten en cómplices de las tormentas que se avecinan a menos que, de una vez por todas, hagamos lo necesario para que la Universidad vuelva a ser Universidad y nuestro país un Estado de Derecho. O en palabras del maestro Don Octavio Mendez Pereira: “ la Universidad cultural, educadora y libre, sin claustros cerrados, ni divisiones artificiales...”.

En múltiples ocasiones, somos muchos los que nos hemos manifestado contra las pretensiones de quienes desean que la Universidad de Panamá se siga manejando como un botín político y hemos alertado sobre las graves consecuencias que ello ha acarreado, acarrea y acarreará a todo el país. Necesitamos, hoy más que ayer, sacudir a amplios sectores de nuestro medio que persisten en su actitud de darle la espalda a la Universidad y que han permitido y tolerado y hasta aceptado en silencio, el ‘universidaricidio’ que se viene perpetrando. La indiferencia arrogante de los actuales gobernantes, para con la Universidad es tan repudiable y peor de lo que fue la prepotencia de la bota militar para con la misma.

¡O hay Universidad para todos o no habrá Universidad para nadie! Las bravuconadas, amenazas, desplantes, persecuciones y demás absurdos a los que recurren los enemigos de la democratización de la sociedad panameña con sus ataques a la Universidad y con sus cierres de la misma, no les darán resultado. Somos cada vez más los universitarios que hemos aprendido, con Norman Mailer, que “La estupidez es un vicio que escoge la gente porque ofrece una forma rápida de aferrarse al poder. Hay una gran diferencia entre un estúpido y un tonto. Quiero decir que el tonto sufre un daño, pero el estúpido lo es por elección”



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Y comento:


Es totalmente injusto que por unos pocos (poquísimos) la gran mayoría se atrase en sus estudios para lograr una carrera y ver como se pueden defender en el futuro, que ya muestra que la competencia por conseguir plazas de trabajo cada vez se hace más difícil.

Muchos de los que en este centro de enseñanzas estudian lo hacen ya sea porque no tienen los recursos económicos para ir a centros privados o bien porque esta es la mejor universidad del país. De allí han salido grandes profesionales en todas las ramas de la ciencia y cuyas calificaciones superan a aquellos que se gradúan en universidades privadas.

Que lastima que grupos beligerantes que pudiendo tener la razón o no prefieren dañar a otros tanto en la misma universidad como al pueblo en general que debe transitar por el área aledaña.

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