lunes, 8 de marzo de 2010


El miedo a la Constituyente
Justificar a ambos ladosMiguel Antonio Bernal

El miedo a la Constituyente crece entre los partidarios del cambio para que nada cambie y entre los convencidos de querer hacer todo por el pueblo, para que el pueblo no haga nada por sí mismo. Paralelo a ese miedo, aumenta también, la necesidad y la urgencia de un proceso constituyente que es el medio que permitiría que la ciudadanía de desarrollar su disposición de unirse en torno a planteamientos y objetivos comunes y ejercer mayormente su capacidad de influir en los destinos de nuestra sociedad.

La salud de la democracia en Panamá, lejos de fortalecerse, se ha ido debilitando al punto que, su debilidad y el silencio de sus ciudadanos, se han convertido en el combustible ideal para la creciente impunidad y autoritarismo del poder político. Hoy por hoy, cobra mayor vigencia el pensamiento original de Burke, retomado por Martin Luther King y Mahatma Gandhi: “Lo más atroz de lo malo de la gente mala, es el silencio de la gente buena”
Los factores reales de poder que rechazan o se oponen a la necesidad de un proceso constituyente, lo que menos les interesa es la modernización de las estructuras sociales, económicas, jurídicas y políticas de nuestra sociedad. Le temen al hecho que los ciudadanos abandonen su posición habitual de espectadores y logren transformarse en actores y verdaderos protagonistas de su propia historia, en constructores de la sociedad que anhelan y en diseñadores de las reglas del juego para vivir en una sociedad moderna, solidaria y justa.

El miedo a la Constituyente ha llevado a muchos de ellos a evitar a toda costa, hasta la fecha, que la democratización de la sociedad panameña sea un hecho real y no virtual; que nos beneficiemos de los progresos y avances que el mundo ha alcanzado en las últimas décadas. Ellos le temen a la Constituyente como proceso pacífico de participación ciudadana, porque ellos se han arrogado la representación eterna para impedir que el pueblo pueda llenar los vacíos de poder que han ido generando con su mediocridad, incapacidad, ineficiencia e ineficacia en la administración del Estado, el cual solo lo saben tener para asaltarlo y saquearlo en su beneficio exclusivo.

El miedo a la Constituyente logra alcanzar también a los fugitivos y renegados de la Constituyente, con lo cual confirman que nunca estuvieron convencidos de su necesidad y mucho menos de su importancia ciudadana. Hoy aducen que “no es el momento” , exhibiendo así su verdadero papel de actuar como manecillas de reloj, como “moscas de la prosperidad”.

El miedo a la Constituyente, por el carácter democrático que debe caracterizar a la misma, es lo que les hace refugiarse en el papel de costureros de los parches a la constitución militarista vigente, gracias a la cual no cumplen su palabra empeñada ni las promesas de campaña.




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