EL PODER PREDADOR
POR: Miguel Antonio BernalCatedrático de Derecho Constitucional
Los acontecimientos que se precipitan en nuestro país, hacen obligatorio que los ciudadanos retomemos la responsabilidad y el compromiso de participar. Sin la participación ciudadana y, claro está, sin justicia social, es imposible hoy día hablar de democracia.
“Vivir en democracia,-se ha dicho con claridad- es díficil, pero es más fácil si hay instituciones sólidas que garantizan seguridad y justicia”. ¿Cuáles son en Panamá esas instituciones? No las hay y tenemos que apurarnos en tenerlas, antes que sea tarde.
En la lucha por la libertad, ya sea como exigencia moral o como imperativo jurídico, hay una premisa básica: un orden jurídico y un régimen politico son injustos y tiránicos si no reconocen, protegen y velan por las libertades y los Derechos Humanos. El Estado en Panamá no está cumpliendo esa tarea, entre otras razones porque, en primer lugar, no tenemos un Estado de Derecho. Por otro lado, el presidencialismo se ha desbocado y solo el poder ciudadano, si actúa, podrá controlarlo.
El poder en nuestro país, es cada vez más menos jurídico y más normalizador, de ahí que su alejamiento del ordenamiento jurídico continuará acrecentándose, alejándose así de cualquier referencia a la necesidad de un verdadero Estado de Derecho. Por ello, la supremacía de la Constitución ha ido pasando a segundo plano, para ceder así, su lugar, a la voluntad del gobernante de turno, que es respaldado por los factores reales de poder, cada vez más carentes de convicciones democráticas y adversarios permanentes del debido proceso, de la presunción de inocencia, de la independencia del Órgano Judicial, de la transparencia, pero sobre todo, de cualquier posibilidad real, efectiva y concreta de participación ciudadana.
Todo actúa en contra del constitucionalismo como técnica de libertad. Todo gira, más y más, en torno a un exacerbado pseudoconstitucionalismo, acompañado de la violación y la elusion constitucional.
La autocracia envuelta en su ropaje de neopopulismo, clientelismo y demagogia, se esmera entonces en hacer creer que no es lo que es: un despotismo moderno cuya naturaleza real consistirá en no dejar hacer al pueblo nada por sí mismo.
El poder, entonces, presa de delirio, deja atrás toda promesa de cambio, seducido por el ejercicio del poder mismo y se prepara para imponer un nuevo “parche” a la constitución militarista para prolongarse.
Velará desde ahora, para desarmar cualquier propósito de fiscalización, control o participación ciudadana, promoviendo para ello la inconciencia ciudadana y la debilidad cerebral que facilite la confusion y el fanatismo.
Las tretas y patrañas del poder, sus engaños y desviaciones logran apoderarse de posiciones claves, particularmente de carácter mediatico para sus propósitos, por la pasividad e inacción ciudadana.
Tengamos presente que: “Sólo el verdadero ciudadano sabe que la libertad y la verdad, las dos grandes conquistas de la raza humana, tienen un alto precio, y que ser ciudadano implica velar las armas y vigilar constantemente el poder predador”.
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