Navidad, fobia y redención
Omar Calvo Gobbettiopinion@prensa.com
Pronto será Navidad. Otra vez vienen los pesebres, los pinos, los regalos y adornos, y las multitudes que llenan los lugares donde se vende todo eso. Seamos sinceros: ¿no siente usted cada vez más como una carga ingrata ese desgaste económico, emocional y estético que se conjunta con lo que antaño fue una fiesta religiosa cristiana, y que mucho antes fue una fiesta pagana? Primero celebrábamos la noche más larga del invierno, luego el día en que según el cristianismo un dios vino a nacer en el mundo, y ahora, ¿qué celebramos?
¿El arbolito, arbolito, campanitas te pondré? ¿A Santa Claus, quizás llamándole finalmente Papá Noel? ¿Los regalos, o sea juguetes contaminados Made in China para los niños, la misma camisa o corbata imperdonable para los adultos? ¿Y para eso el tráfico en el que como posesos nos sumergimos para luego, como posesos, comprar y comprar, y luego, como posesos, ir a casa y adornar, cocinar, probarse los vestidos, impresionar? ¿No está cansado, caballero? ¿No debiera sentarse, tomarse un café y pensar, señora, antes de seguir comprando nada?
¿Quién saca del templo a los mercaderes? Ya no se puede, porque estos hicieron un mall y ése es el verdadero templo navideño, el pesebre definitivo. Jesús tendría que revolucionar un mall cual Che Guevara pacífico, pero probablemente sólo alcanzaría a decir: “¡Perdónalos padre, porque no saben lo que hacen!” antes de salir escoltado por la seguridad, lleno de lástima por nosotros y nuestros bolsillos gimoteadores.
Quisiera proponer otra cosa: recupere su navidad. ¿Cómo? Primero lo primero: si usted es cristiano, vaya a misa, lea los evangelios por la primera parte, esa de cuando nace Jesús (se va a llevar una sorpresa), medite en lo que lee, hable con su cura favorito sobre ello, vea que casi nada de lo que se celebra en la navidad oficial está en la Biblia. Puede incluso leer todos los evangelios, no son tan largos. Luego, corte las compras: nada para los adultos, excepto algo muy sencillo (y por Dios, ¡que no sea ropa!). Si puede escribirles algo gracioso en una tarjeta, o mandarles cualquier cosa salida de sus propias manos, tanto mejor. En otras circunstancias diría que les comprara libros, pero se supone que debemos ahorrar… Concéntrense en los niños: un par de juguetes nada más, preferiblemente algo no adictivo, o sea nada de videojuegos. Algo para socializar y moverse: una bicicleta, un juego de los antiguos, con tablero y fichas, etc.
En cuanto a la comida, realmente el pavo es soso. Muy soso. Depende totalmente de la salsa, no se compara con una buena gallina. Así que comprese una carne más rica y mucho más barata, y a darse gusto. Pero no gaste mucho en comida. Es una fiesta religiosa, recuerde. El atracón es para Año Nuevo, fiesta secular sin complejos ni compromisos. Y tenga una Feliz Navidad… con los ojos abiertos.
Fin del artículo, y agrego:
Cuándo fue que se dejó de escribir la "cartita al Niño Dios", reemplazandola por la carta a "Santa Cló"- Debió ser cuando todo se volvió un comercio?
En lugar de decir: por haberte portado muy bien este año el Niño Dios me pidió que te entregara este obsequio (o algo parecido), las abuelas ahora dicen: (en la noche del 25) -para fulanito de parte de "Santa"-
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Nota: La ilustración ha sido agregado aquí y no forma parte del artículo original.
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